Recopilación realizada por Rafael Dominguez Hernández
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Historia Archivo 3 de Dian@, Noviembre del 2000. |
Los cadetes del Colegio Militar fueron los últimos defensores del castillo de Chapultepec el cual fue bombardeado primero y asaltado después por el ejército estadounidense. Se les atribuyen hechos portentosos para unos jóvenes, casi niños. Entre ellos, el atravesar a bayonetazos a los asaltantes, el proseguir la lucha aún estando heridos y, sobre todo, la defensa heroica del pabellón nacional. En efecto, uno de ellos, viendo que todo un regimiento estadounidense estaba por apoderarse de la bandera mexicana, se envolvió en ella y se tiró al precipicio, estrellándose contra las peñas del cerro.
Una de las razones por las que se destaca la participación de los cadetes es la valentía con la que enfrentaron al enemigo cuando la gran mayoría de la tropa desertaba.
La primera vez que se recuerdan los nombres de los cadetes Agustín Melgar, Vicente Suárez, Francisco Márquez, Francisco Montes de Oca, Juan de la Barrera, y Juan Escutia, es en el parte que rindió Joaquín Rangel y que fue publicado en 1847.
En 1851, el joven Miguel Miramón, quien era cadete en 1847 y estuvo a punto de convertirse en el séptimo niño héroe, de no haber caído prisionero junto con otro de sus compañeros, pronunció un discurso con motivo de la celebración de la independencia, donde recordó, el heroísmo de sus compañeros muertos e incluso invocó sus nombres.
Un año más tarde Mariano Monterde, por muchos años director del Colegio Militar, en una celebración dedicada a Iturbide y al ejército menciona los nombres de los cadetes; según García y Fritsche, fue la primera vez en que se les llamó niños.
En 1856, Joaquín Rangel solicitó a Ignacio Comonfort erigir un monumento a los héroes de 1847. Es de notar que por mucho tiempo perduró una ambigüedad acerca de quienes eran esos héroes y cuales las acciones dignas de recuerdo; durante años, en lugar del 13 de septiembre se celebró el día 8 en que se libró la Batalla del Molino del Rey.
En la época de la Reforma, en que las cosas parecían cambiar en México, crecían las voces que pedían no dejar en el olvido a los héroes de la Nación, aunque los cadetes aún no ocupaban un lugar prominente en la memoria colectiva.
El licenciado Ignacio Burgoa y el presidente municipal de la Cd. de México, Antonio Sola, solicitaron al presidente Benito Juárez que se declarara día de luto nacional el 13 de septiembre invitándolo a asistir al acto que prepararon para el 8 de septiembre de ese año.
El presidente Profirió Díaz, fue quien le dio un carácter más solemne. En efecto, determinó depositar una corona de siempre vivas en el lugar donde cayeron los Niños Héroes, tradición que perdura hasta nuestros días.
Más tarde, el General Sóstenes Rocha ex-alumno y entonces Director del Colegio Milita, pidió al Presidente Manuel González fondos para erigir un monumento a los Niños Héroes, mismo que fue inaugurado el 13 de septiembre de 1882.
Al regresar el presidente Díaz a la primera magistratura, el rito anual quedó ya bien definido, haciéndole valla los alumnos del Colegio Militar. El Presidente era recibido en la tribuna monumental. Enfrente del sargento retumbaban las salvas de fusiles que los cadetes debían disparar a tiempo, causando gran emoción entre el público por su precisión, luego alternaban piezas musicales con poesías y discursos. Cabe recalcar, que el culto de los Niños Héroes se gestó sin lugar a dudas durante el porfirisrno. Un factor fundamental de ese proceso fue el decreto del 3 de marzo de 1884, que establecía que en el Colegio Militar se pasara lista de presente a los cadetes muertos en septiembre de 1847. La emoción experimentada por los alumnos al oír los sagrados nombres debiendo ellos contestar con un convincente "Murió por la Patria" era de un efecto enorme.
Las fiestas del centenario de la independencia en 1910 reforzaron las que conmemoraban los acontecimientos de 1847. En aquel año llegaron, invitados por el gobierno, cadetes de todo el mundo, y las crónicas comentaron el espíritu de confraternidad que se estableció entre los alumnos del Colegio Militar y sus invitados.
Vemos en este último hecho, cómo el recuerdo de los niños héroes fue lentamente trascendiendo fuera de nuestra frontera para demostrar que el Colegio Militar representaba lo mejor que tenía el país y del cual este debía enorgullecerse.
En 1912 Madero asistió como presidente a la conmemoración de los Niños Héroes.
El orador, el General Miguel Ruedas terminó su discurso alabando a los mártires de 1847 y excitando al pueblo a que en un futuro, imitara la actitud de aquellos héroes niños que supieron guardar la dignidad de la Patria frente a la amenaza ingente de los hombres del norte.
En 1921, por primera vez notablemente se conmemoró el día en que ocurrió el asalto a Chapultepec, o sea el 13 de septiembre.
Por otra parte, los miembros de la Asociación del Colegio Militar veían como el centenario de 1847 se acercaba y todavía no existía un monumento digno que perpetuara la memoria de los aguiluchos.
Tampoco se había hecho nada por encontrar sus restos mortales. A esto mismo aludía el General Tomás Sánchez Hernández en su discurso del 13 de septiembre de 1944. Se lamentaba por qué la gente acudía al obelisco y creía que ahí estaban sus restos, lo cual no era cierto.
El General Manuel Avila Camacho, a pesar de haber indicado que se hicieran investigaciones para encontrar los restos mortales, dejó escapar el alto honor de ser él quien hiciera Justicia, en esa forma a nuestros Niños Héroes.
Miguel Alemán inició su gobierno con la política del buen vecino y las relaciones entre los gobiernos de México y EEUU se volvieron inmejorables.
El 3 de marzo de 1947 el presidente estadounidense Harry S. Truman pisó el suelo de la capital de la República. Uno de los actos más significativos fue durante la primera visita de un presidente estadounidense, la ofrenda y guardia de honor que Harry S. Truman depositó en el obelisco a los niños héroes.
Antes, había señalado que las intervenciones eran ya cosa del pasado. Los periodistas aseguraron que así cicatrizó para siempre una herida nacional.
El Presidente Miguel Alemán acudió a colocar la primera piedra de este monumento llamado "Los Defensores de la Patria', el hemiciclo que actualmente conocemos.
El centenario de la guerra entre México y Estados Unidos resultó el momento propicio para descubrir los restos de los seis cadetes.
El Presidente Miguel Alemán nombró una comisión de historiadores que dictaminaron afirmativamente que los restos encontrados pertenecían a los cadetes muertos en 1847. Pero el centenario requería forzosamente la presencia de esos restos para avivar la flama del culto a los héroes, fue así como el 14 de septiembre de 1947 en la Plaza de la Constitución fue levantado un túmulo con seis urnas de plata conteniendo los presuntos restos de los Niños Héroes. Del Zócalo las urnas fueron trasladadas en solemne cortejo en cierto sentido parecido al de 1849 a la Sala de Banderas del Colegio Militar en Popotla en donde según su director el General Luis Alamillo Flores se montaría una guardia permanente las 24 horas de los 365 días del año.
A partir de 1953, todas las conmemoraciones se realizaron en el nuevo monumento con sus seis antorchas erguidas.
Durante el periodo del presidente Adolfo López Mateos, encontramos otra innovación que persiste hasta nuestros días. El presidente simbólicamente da seis espadines a igual número de cadetes lo cual simboliza la entrega y el heroísmo que puede perdurar en los alumnos del Colegio Militar.
A una ceremonia en Chapultepec, Díaz Ordaz acudió acompañado de su gabinete; el primer orador de representación militar, fue el cadete Saúl Hernández Dorantes, quien declaró que los Niños Héroes habían dado al país personalidad, ante el mundo y que "nosotros somos herederos de tan sublimes ejemplos y que por ello estamos obligados a la superación y al estudio", por lo tanto, el heroísmo debía conseguirse desde las aulas.
En Chapultepec y en su momento, los presidentes Luis Echeverría y José López Portillo oyeron al orador en turno y luego se trasladaron a Tlalpan para inaugurar las nuevas instalaciones del Colegio Militar. Ahora el ejército debería utilizar sus armas para la defensa y seguridad de la Patria y sus soldados deberían contribuir al desarrollo nacional y ayudar a la población civil en caso de desastre. Finalmente reiteraron la lealtad de la que el Colegio Militar siempre había dado testimonio.
Desde entonces, en septiembre el presidente en turno ha ido de Chapultepec a Tlalpan para inaugurar los cursos del Colegio Militar.
El Presidente Carlos Salinas de Gortari, al preguntarle el significado de esta ceremonia, respondió: "Nosotros estaremos siempre dispuestos a promover el recuerdo de este hecho histórico; de esa memoria gloriosa para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos especialmente de manera extraordinaria estos niños, verdaderos héroes de la historia de México".
En la noche del grito del 15 de septiembre el presidente Salinas añadió por primera vez en la historia de esta celebración un "viva" a los niños héroes.
Al día siguiente, el orador oficial del acto fue el Secretario de Educación Pública Ernesto Zedillo Ponce de León quien en varias ocasiones mencionó a los cadetes de 1847.
Entre el público que asistió al acto en la columna de la independencia, sobresalían pancartas que decían "Niños Héroes, parte esencial de nuestra historia". Finalmente el 15 de septiembre de 1994 el presidente Salinas de Gortari desde Dolores Hidalgo reiteró su "viva" a los "Niños Héroes".
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